El reto de los Endecasílabos

Resulta interesante y enriquecedor proponerse retos y es muy bonito cuando los culminas. En este post, dejo tres poemas en los que la intención fue:

  • Contar una historia o enseñanza.
  • Cada verso ha de tener 11 sílabas, es decir, han de ser endecasílabos (según las reglas poéticas). Sin embargo, en el primer poema
    «La mujer y la flor», ricé el rizo, con una alternancia entre 11 y 10 sílabas.
  • Rima consonante o perfecta (coinciden todos los sonidos a partir de la última vocal en la que recae el golpe de voz).
  • Seguir una estructura lógica o coherente en la rima durante todo el poema (alternada, cruzada…).

Me resultó muy desafiante a la par que divertido. Te engancha a buscar esa combinación perfecta de palabras para configurar un verso perfecto, para que encajen como las piezas de un puzzle, que comunique justo lo que quieres sin romper las reglas. Son muy lucrativos para un escritor este tipo de retos y para el lector, pueden llegar a ser muy bellos. Os animo a intentarlo.

Os dejo el enlace a la página que uso para comprobar que, efectivamente, el poema cumple con los requisitos: AQUÍ

Reglas poéticas para separar sílabas:

  • Si el verso termina con una palabra aguda: + 1 sílaba.
  • Si el verso termina con una palabra llana: se deja igual.
  • Si el verso termina en una palabra esdrújula: – 1 sílaba.

La mujer y la flor

Una rosa llora por las espinas,

desconsuelo en pétalos caídos,

que por dolerle incluso los sentidos,

se repliega en sus hojas tan finas.

La pena ahoga la rosa en chillidos,

implorándole a fuerzas divinas

y las agujas del tiempo, asesinas,

están marchitando sus latidos.

Apenada rosa de mis amores,

sutil delicadeza es tu llanto,

brilla en terciopelo rojo tu manto,

la luz del sol baña tus colores.

Revélale presta al mundo ese encanto,

destaca entre las miles de flores

y que por donde quiera que tú mores,

Resuene alegre y feliz tu canto.

Una mujer piensa al mirar la rosa,

le atrae una serena templanza,

conmovida por su gesto, su danza,

admira la flor por ser hermosa.

No busques en tu profunda añoranza,

mujer de amor de llama fogosa,

que tanto adulas esta flor preciosa.

¿Sabrá en verdad de su semejanza?

¿No sabías que eres tan o más bella?

¿No has apreciado aún tu valía?

¿No has oído tu dulce melodía?

¿Qué el sol baña tu encanto como a ella?

Tantos son los tesoros que en ti crecen,

tantas las bondades en tu nombre,

que no hay halago suficiente del hombre

y las palabras no te merecen.

Liberación

Nace una criatura esterilizada,

siente verdadera felicidad.

Antes de que abandone su morada,

lucirá manchado de humanidad.

¿Por qué hay que nacer, crecer y morir?

¿Y si conservo la divinidad?

Hallo motivos para sonreír.

Mi alma de la vida está enamorada,

aunque este ser siempre elige sufrir.

Si mía es la elección por ser testigo,

si mío es el templo por ser su Dios,

¿por qué será que escojo mi castigo?

Me seducen la madeja y sus líos,

en lugar de música celestial.

Como quien busca el santísimo grial,

busco aliviar la pena de los míos,

ser feliz sin nada o nadie conmigo

Ahora veo la dificultad.

Soy consciente de este fútil deseo.

La felicidad no he de hallarla en partes,

ni he de seguir estas huellas que veo.

Mi alma tiene infinita potestad,

para buscar en sí sus propias artes.

En estas, ando yo solo, extraviado,

el camino hacia mi propia verdad.

En la lucha contra mis pensamientos.

Es por esto que siempre ando enfadado,

derrotado por esta enfermedad,

En lugar de soltar, dejarme fluir,

Como una hoja hace lo propio en los vientos.

Perpetuo como el discurrir de un río,

jubiloso, hacia la gran mar me guío,

para dispersarme en el infinito

y fundirme en el néctar exquisito,

del sagrado mar que todo lo baña.

No es vivir la vida, lo que te daña,

es no ver esa lámpara encendida.

Es rendirse a la muerte en plena vida.

Este vacío, mi espíritu llena.

Lo mundano es verdad, sabiduría.

Mientras mantenga mi consciencia plena,

cuanto me suceda es dicha y alegría.

Las montañas cantan, bailo su danza.

Muchachos ríen primitivamente,

los campesinos con ahínco labran.

La tierra es feliz, de fértil simiente.

El sol les pide a las flores que se abran.

Un perro confiado llena su panza.

Una anciana pesa humilde su lino.

El ganado ahora pasta y reposa.

Se ruboriza un rostro por el vino,

mientras ríe y contempla el de su esposa.

En este instante se asoma un abismo.

Este momento de ahora, es tan bello,

no podría jamás ser expresado.

La existencia tiene su propio sello,

qué se pierde en el futuro y el pasado.

Todo tal y como está, es perfección,

veo lo divino con cada acción.

Por fin lo veo claro, veo luz.

Yo mismo cargaba con esta cruz,

por permanecer ciego a la evidencia.

Hoy, por fin la verdad dicta sentencia.

Hoy, por fin me libero de mi mismo.

¿Dónde, amigo?

¿Dónde, amigo?
Amanece gris sobre la alameda.
Perentorio, conmina tu Caronte.
Amigo, cara pagas la moneda,
para transgredir aquel horizonte.

Repican campanas, el pueblo llora.
Féretro al hombro, toman el camino.
Mientras tanto, todo tu cuerpo mora
la sobriedad de la caja de pino.

Mas allá de los campos de azucena,
de cempasúchil la naranja senda.
Un mar azul, que de nubes se llena,
y toda la eternidad por ofrenda.

Sopla a tu favor viento de mistral.
Tu barco quieto, varado en la cresta,
anquilosado en espuma frugal.
Zozobra la quilla en clara protesta,
sobre el armazón del tiempo mortal.

Permanece este, con el ancla puesta.
Has arriado por completo la vela,
sin capitán, ni timonel… no hay gesta.
Temprano has mandado dictar tu esquela.

¿Dónde has ido, amigo? No me avisaste.
¿Dónde escondes tu infinita sonrisa?
En la claridad no consigo hallarte.
Si vagas en las tinieblas, avisa.

Solo no quiero, ni debo dejarte,
y añoro tu cálida compañía.
De tu humor, aquellas bromas de infante,
y de tu suave voz, su melodía.
Nuestra amistad siempre va por delante,
abrazando la camaradería.

¿Dónde estarás, amigo, que no me oyes?
¿No te deleita mi conversación?
Mi palabra precisa que la arroyes,
y complete las frases tu intuición.
Que mi fanfarronería desuelles,
a manos de tu célebre intención.

¿Dónde te paseas, amigo mío?
Las flores me cuentan que no te han visto.
Tus pasos han quedado en extravío.
El viento nada dice, si le insisto.
¿Sabes? huele de nuevo a primavera.
En mí, también aflora tu recuerdo.
Ahora, que no te tengo a mi vera,
tengo más presente aquello que pierdo.

¿Dónde vas, la lluvia moja tu cara
como en los otoños que contemplabas?
¿Es allí la aurora del día clara?
¿Se parece aquello a lo que aquí amabas?

¿Existen, amigo, el sol y la luna?,
¿y son enemigos que no se tocan?
¿Pasas los días con buena fortuna
o las penas amargas te sofocan?

¿Tu mesa, amigo, ofrece pan y vino
que te animen y sonrojen tu tez?
¿Sientes cómo siento la soledad?
¿También enardeces en la embriaguez?

¿Percibes el azahar, la lavanda?
¿Te refrescan el helor y el rocío?
¿Sientes y padeces, como dios manda?
¡Atiende presto el mensaje que envío!
¡Cuenta que sabes, que mi juicio expanda!
Quisiera saber de tu desvarío.

¿Es tu voluntad un ocaso eterno?
¿Te vuelves a sentir igual que un niño?
¿Eres, ahora, más dulce y más tierno?
Te imagino tan joven y lampiño,
dejando ocurrencias en tu cuaderno.

¿Dónde guardas ahora, centinela,
los atardeceres tan otoñales
que veíamos desde la plazuela,
o panza arriba, sobre los bancales?

¿Dónde moras, en paz y tan tranquilo
que olvidaste un día picar mi puerta?
Asoma de la locura su filo.
Sobre el candil, de mirada despierta,
el oído puesto, consciencia en vilo.
Observo del reloj, la aguja muerta.
Desde que te marchaste con sigilo,
perece el tiempo, con la herida abierta.

No avivo el fuego de mi chimenea,
puesto que para uno solo, se basta.
¿Por qué no me permites que te vea?
¿Acaso la amistad, sí que se gasta?
No, es más que probable que eso no sea.
¿Será cierto?, ¿llegó tu hora nefasta?

Esta copa lanza un gemido sordo,
ya no tintinea contra la tuya.
Yo me vacío en ella a cada sorbo,
para que la melancolía huya.
Nunca fuiste en esta casa un estorbo,
te quiero aun majadero o buscabulla.

¡Qué bello fue charlar de poesía!,
aun cuando resultaras asonante.
El brillo de tu mirada decía,
aquello que callaba tu talante.
Tú me dejaste con el alma fría,
dueño de un pobre corazón errante.
Con el pecho supurando agonía,
y con las cicatrices de un amante.

Huérfanos dejaste los escolares,
Tan vacía está el aula, sin tu verso.
En el recuerdo guardo tus andares,
siempre con tu animado mundo inmerso.

¡Qué noble es el oficio de maestro!
Igualmente te sentías poeta.
Los que saben, te llaman ambidiestro,
dominas, a la vez, ambas facetas.
¡Qué pena la mía!, ¿qué vida espero?
Si me tortura un febril sentimiento,
ya no valoro el mísero dinero.
Me queda atesorar cada momento.

¿Por qué no acudes, por qué no me animas?
Porque esta, mi soledad, me fustiga.
Porque, no río, sin tus pantomimas.
Porque… soy lamento aunque no lo diga.

Porque sé que ha huido el gesto furtivo,
ha claudicado tu abrazo sincero,
y ahora, lloro por cualquier motivo,
por culpa de aquel, a quien yo más quiero.

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